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L'hermine, o los dreamers y la inocencia del amor otoñal.

L’Hermine, El Juez, en España, resulta una película bellísima del 2015. Llego a ella de pura casualidad, por eso de flashes que se retroalimentan; una recomendación de un amigo y la curiosidad hace el resto.

Y en esas andaba, viendo esta obra genial que, hablando de juicios, jurados y asesinato confuso, se hace grande hablando del amor otoñal, anotando el amor expectante que culmina al cabo de los años en una secuencia esperada/desesperada en el tiempo.

El Juez, empequeñecido como funcionario del sistema y como persona anodina, tiene su corazoncito, su mundo mudo de frustraciones, que vive con la indolencia desesperada del extranjero de Camus, pero permanece embelesado en el recuerdo de la médico que un día le acaració la mano en la convalecencia, permaneciendo en la obsesión del recuerdo que al final recibe su premio...

Pero el premio es mío cuando en el tiempo 1,29’ aparece esta joya de CLAIRE DENAMUR que habla de soñadores, del amor otoñal que se sublima en el recuerdo. Y si no andas al tanto y acorazado la escena hasta te arranca un lagrimón...

Hubo un tiempo en que la vida estaba en el aire. Nuestra inocencia como perfume en todas partes. Todos escuchábamos las hojas del otoño. Cuéntanos la historia de la brisa del verano...

Hubo un tiempo en que éramos príncipes en la nieve. Fuimos a lugares que la gente simplemente no sabe. Seguimos los ríos hasta los mares. Escuchamos toda esa brisa del verano. 

Todos, todos podríamos huir. Pero todos, todos somos soñadores, como ellos dicen.

¿Todavía puedes sentirlo en tu lengua? El sabor de la vida. Eso siempre nos mantiene jóvenes. Somos como los frutos entre los árboles, creciendo con esa misma brisa de verano.

Todos, todos podríamos huir. Pero todos, todos somos soñadores, como ellos dicen.

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